MIEDO Y PÁNICO EN WILDE

Fue el sábado 12 -madrugada de domingo- en Zadar, Wilde.
Habíamos terminado un show de 12 temas y nos quedamos con 2 más en la manga por si a alguno se le cruzaba el dudoso buen gusto de pedir otra. Y así fue.
Salimos con “Mirá mis pies” y “Carne de cañón”.
Quienes conozcan este último sabrán que, antes de las cuatro vueltas finales, el Patón y yo nos quedamos tocando solos (viola y bata nomás) para que el tema rompa cuando entran todos los demás en un finale enérgicco con tutti il tuco é pesto.En esa parte se escuchó un “kaplúm” y, mientras el Pata y un servidor arrancábamos con el mentado arreglito, Iván se había desplomado en el piso del escenario. Nada; un chiste. Cuando al resto le tocara entrar, él se iba a levantar.
Pero cuando al resto le tocó entrar, él siguió acostado sobre la madera, inmóvil, con los brazos abiertos y la Epiphone sobre la panza.
Un final increíble, apoteótico… si hubiera estado preparado. Porque la verdad es que nos pegamos un cagazo mayúsculo.
Lo cierto es que nos acercamos (foto) e Iván reaccionó en menos de medio minuto, lo que sonó apenas a 15 segundos menos que una eternidad.
Si estuviéramos en los ´70 haríamos bandera con las drogas y el alcohol. Nada tan glamoroso. Pico de presión hacia abajo nomás. Y volumen muuuuuy alto, lo que, a veces, jode el sentido del equilibrio (que anda por la zona del oído, dicen).
Ya está todo más que bien, pero pasar por eso es una mierda grande.
Pero esta foto es histórica.

Con un epígrafe acorde, dentro de 20 años podemos imponer el mito del guitarrista que murió en el escenario y cómo lo clonamos luego para que nadie se diera cuenta.

(Escribo estas líneas sin sacar la mano de mi testículo izquierdo. Por las dudas.)