EL ENOJO Y LA IRA

Suele ser muy común confundir ira con enojo. Tal vez porque los motivos que la originan son los mismos. El tema es que se supone que toda acción provoca una reacción de igual intensidad, pero la intensidad de la acción inicial sólo puede ser medida por quien la sufre y reacciona en consecuencia.
Es decir: no todos reaccionamos de la misma forma cuando pisamos mierda que descansa en la vereda. Los sentimientos que se mueven dentro de cada uno son ecualizados de forma individual. Si venís de dar un primer beso que esperabas desde hacía tiempo la reacción no será la misma que si venís soportando un síndrome premenstrual (síndrome que a nosotros, los hombres, encima nos toma desprevenidos, sin fechas más o menos exactas).
En el primer caso por ahí sacudirás la cabeza, le dedicarás un pensamiento a los dueños de las mascotas que llenan la vereda de soretes, te limpiarás la suela lo mejor que puedas y volverás al recuerdo del beso.
En el segundo le desearás a esos dueños y a sus mascotas una muerte violenta, atragantados por enormes puñados de mierda que vos mismo les meterías por la garganta. Y si venís con una inercia importante de sensibilidad, hasta podrías putear feo al primer gil que esté paseando a su perro de departamento.

Vaya el soruyo pisoteado como ejemplo burdo y liviano. Sin son capaces, tradúzcanlo a acciones más dolorosas como una falta de respeto, una frustración, una traición…
Ahí es donde hay que tener cuidado –y es una lucha que mantengo desde hace un tiempo largo- con las reacciones. Porque la ira no es más que el enojo subido de volumen; pasado de volumen. El sonido de la música que escuchás a 35 decibeles no es el mismo sonando a 200. Se distorsiona, pierde forma, la saturación la hace inentendible… se confunde con algo que no es lo que está sonando aunque se trate del mismo tema.
El Enojo es sano. El Enojo permite hablar y escuchar. El Enojo abre las puertas para la aceptación de un pedido de disculpas sincero por parte de quien escuche nuestras razones. El Enojo, además, puede ser una ventana para que se vean argumentos sólidos y bien fundamentados que, inclusive, hasta pueden ser discutidos en el momento. El Enojo da claridad: sabés por qué estás enojado.
La Ira, en cambio, ciega y ensordece a quien la despliega y a quien la recibe. La Ira hace que el otro se ponga a la defensiva inmediatamente, situación que se agrava cuando estamos frente a quienes creen que la mejor defensa es un buen ataque y, entonces, la retroalimentación es imparable. La Ira llega al punto de hacerte perder el foco hasta que el motivo que la desató quede reducido a un simple detonador. La Ira no exige perdón sino venganza.
Demostrar y plantear Enojo es un paso que abre más posibilidades de que cicatrice una herida.
Desplegar Ira es un paso que abre más posibilidades de que esa herida se ensanche, se profundice, siga sangrando y corra el riesgo de infectarse.
Saber esto es una cosa y poder hacerlo es una cosa completamente distinta, de acuerdo.
Pero ser consciente es un buen comienzo.
Para mucha gente tal vez este servidor continúe descubriendo América. Pero les aseguro que, a muy, muy pocas horas de cambiar de dígito y pasar de unos ignorantes 45 a unos sabios 46 añitos, estar abierto al crecimiento me hace sentir muy, muy bien.
Y el día que pueda teorizar menos y hacer más, ni les cuento.
RIDE ON.